lunes, 1 de octubre de 2007

“Desde el Polo Sur, pasando por Valdivia y llegando a Valparaíso”

Ocurrió en el verano de 1991
Hechos reporteados por Cecilia Doggenweiler A.

Raúl había pasado obligatoriamente mucho tiempo fuera de Chile, llevaba hasta esa fecha (1991) casi 20 años viviendo en Alemania. Cuando recién llegó a Europa lo que más le hacía recordar emocionadamente a Chile era que aparecía muy a menudo en el primer plano de las noticias europeas comentarios sobre la muerte de Pablo Neruda, quien había recibido hacía muy poco tiempo atrás el Premio Nóbel de Literatura (1971). También le hacía recordar a Chile los simpáticos pingüinos que aparecían siempre, por uno u otro motivo, en los programas de la televisión para los niños y también de los mayores. Este animalito tan especial que vivía en el mar y en la tierra firme era muy conocido, era la estrella entre los animalitos simpáticos y constituía un orgullo de los zoológicos llegar a tener pingüinos chilenos. Los pingüinos eran un símbolo internacional que daba autenticidad a Chile, sin estar en el escudo chileno, aún cuando méritos le sobraban. Raúl me contó que él por primera vez conoció los pingüinos en la ciudad de Valdivia. Su suegro, Luis Sepúlveda, era conocido porque se había sacado el Premio Nacional de la Bondad, auspiciado por la revista VEA y Ambrosoli. A su suegro le había regalado un pingüino un marinero como agradecimiento porque don Luis le había puesto gratuitamente yeso en una pierna que se había fracturado. El marinero, después de pasar a una cantina y pegarse un cañonazo por el camino, llegó muy contento a la casa del Dr. Sepúlveda con su enorme pingüino. Él me siguió contando esta historia y sobre esta última parte tomé nota textualmente.

“Decidimos cenar todos los de casa junto con nuestro huésped, el marinero y su hermoso acompañante el pingüino. El marinero hizo un discurso, con su lengua algo traposa, y pidió un brindis porque traía este amoroso regalo para mi suegro. El pingüino era todo un caballero, después de servirle el marinero unos cuantos pescaditos y enseñarnos cómo había que hacerlo lo paró en un asiento sobre cojines y lo acercó a la mesa junto a él. Como el pingüino estaba totalmente satisfecho con los pescaditos y se veía con un comportamiento muy simpático decidimos cenar nosotros con él y mi suegro a cada rato empinaba el codo y le decía, ¡salud! Parecía que el animal conociera lo que esto significaba y movía su cabecita. Nunca había visto un animalito tan sociable, casi más simpático que un perrito nuevo, es una linda experiencia estar tan cerquita de un pingüino satisfecho y que parecía que nos entendía todo lo que le decíamos”.

Raúl me agregó que lo más anecdótico de esta historia es la segunda vez que él conoció a tres pingüinos al mismo tiempo y que esto sucedió en los primeros días después de llegar a Chile en su primer viaje desde Alemania. Raulito tenía varios amigos en la zona de Valparaíso, entre ellos Norita y Lucho Guastavino que lo esperaron en el aeropuerto y lo recibieron cariñosamente desde el primer día invitándolo a almorzar en Santiago. Luego Aníbal llevó a su departamento en Valparaíso a Raúl y allí lo esperaba otro grupo de amigos, quienes estuvieron compartiendo con él hasta la hora de la cena. Entre estos amigos, un par de matrimonios, Aníbal y Perla más Florentino y Juanita tenían organizado un lindo programa para todos los fines de semana.Mejor transcribo lo que Raúl me siguió contando.

“Con el par de matrimonios amigos no nos perdíamos, entre otras cosas, ningún festival al aire libre de los que realizaban los pescadores en distintos lugares de la costa. En esta ocasión aprendí que el folclore de nuestros pescadores es muy variado, ameno y muy interesante. Entre estas andanzas de festival en festival tuve la experiencia de que cuando se hacía de noche, la iluminación en los lugares en que actuaban los grupos era buena solo para los actuantes y el resto del público debía tener la incomodidad de andar sin luz en las arenas de las playas. Un día fuimos a la Caleta de San Pedro, típica y conocida caleta de pescadores, donde iba a actuar de noche uno de los más famosos grupos folclóricos de Chile, por esta razón compré y llevé esa linterna de seis pilas a la caleta, la linterna era tan potente que más bien parecía un foco busca caminos. Allí en la caleta había un gran escenario, ubicado a unos 100 metros del mar. Se juntó a escuchar a estos conocidos folcloristas una cantidad enorme de personas llenando toda esta extensa playa. Después de que actuó el grupo folclórico en la primera parte del programa, en forma muy brillante, se hizo una pausa para que el público pasara a servirse el clásico pescado frito. En la playa y en todas sus cercanías había un agradable olor a pescado frito, éste se hacía al aire libre y en enormes cacerolas. Nosotros no podíamos dejar pasar esta oportunidad tradicional de servirnos allí en los mesones frente al mar un buen plato de pescado frito con acompañamiento y por supuesto la infaltable caña de vino. Después de la pausa siguieron actuando los incansables músicos. El par de matrimonios amigos y yo, nos entusiasmamos comiendo pescado y cuando fuimos a instalarnos para escuchar nuevamente al grupo folclórico no pudimos hacerlo en el mismo lugar en que estábamos antes y nos quedamos situados a muy pocos metros de los botes que estaban junto al mar. De repente sentí un ruido raro en uno de los botes cercanos estacionados sobre la arena, por precaución lo enfoqué con el potente foco linterna y mi sorpresa fue mayúscula cuando reconozco que allí estaba seguramente el pingüino de Valdivia, o algún descendiente acompañado además de otros dos congéneres. El director del grupo folclórico mira asombrado donde yo estaba enfocando y levanta la mano haciendo suspender momentáneamente la música. Él se dirige al público presente y dice: -tenemos unos invitados muy selectos cuya delegación ha venido desde cerca del Polo Sur. Miren ustedes los tres pingüinos que están aplaudiendo a sus espaldas-. Ellos realmente no aplaudían, pero el público se volvió loco aplaudiéndolos. El conjunto musical continuó su actuación mucho más entusiasta todavía.”“Al término de la fiesta el director del grupo folclórico me ubica por llevar aún la linterna en la mano y me pidió que le contara cómo se había podido organizar esa aparición tan espectacular de los pingüinos y en un momento tan oportuno. Me agregó que él, hasta ese momento, no había conseguido ninguna explicación de los organizadores del concierto. Enseguida me preguntó, ¿Usted los consiguió en el Zoológico? Como mis amigos que iban adelante se me habían alejado ya y yo temía no poderlos ubicar en el gentío no le pude dar una clara explicación y el director quedó seguramente hasta el día de hoy muy metido en cómo se había conseguido mantener a los pingüinos tan tranquilos. Yo también estoy hasta hoy día algo perplejo con esta increíble anécdota.”

Nota de la redactora.
La primera hipótesis es que la corriente de Humboldt estaba trasladando de hábitat, a las costas chilenas, a una pequeña parte de las innumerables colonias de pingüinos del Polo Sur. La segunda hipótesis es que por las fritangas estaban pasados a olor a pescado frito todos los alrededores de la Caleta de San Pedro y como los pingüinos tienen muy buen olfato llegaron allí. La tercera hipótesis es que los pescadores preparando la fiesta habían botado muchas colas y restos de pescado al mar, entonces el mar en esa caleta se había convertido en un verdadero Edén para el deleite de estos tres excursionistas. En todo caso, el hecho concreto era que los tres pingüinos estaban encantados de la vida escuchando el concierto y al mismo tiempo se veían muy satisfechos. Lo más probable es que seguramente movían la cabeza apenas alguien decía, ¡salud!

Nota:
Foto 1: 1921 Juana Gallais, Aurelio Sepúlveda, en Valdivia.