Narrado e investigado por Cecilia.
Raulito Buholzer tiene muchas historias, como ustedes saben yo me he entretenido escribiéndolas y enviándole copias a nuestros familiares y amigos. Hemos tenido unas agradables respuestas cuando esto les ha servido para tener un poco más de entretención. Todos nosotros tenemos cantidad de historias inéditas. En estos últimos tres meses yo he escrito una por semana, con ésta ya llevo doce y he terminado con lo proyectado, pero si apareciera algo interesante volveré a escribir y lo esparciré por internet.
Raúl me contó otra de sus interesantes vivencias.
“Mi abuela me había contado que mi abuelo Albert Buholzer siendo suizo tenía algo de ascendencia alemana. En Alemania escribían su apellido con ch. En Alemania existía el castillo y el Condado de Bucholz desde épocas muy remotas, desde la Edad Media y las familias que vivían en ese lugar se conocían como Bucholzer. Cuando los Bucholzer llegaron de Alemania, en Suiza sucedió lo mismo, trajeron capitales alemanes, abrieron fábricas y crearon con las nuevas generaciones una gran familia. Ellos fueron inscritos oficialmente en Suiza como Buholzer sin la letra ch, que en el acento suizo-alemán se pronuncia igual que en alemán como si tuviera la ch”.
“Para asistir a mi trabajo yo viajaba todos los días en tren desde Dortmund a Essen, en uno de esos viajes me encontré con la sorpresa de que el coche, al que acababa de subir, llevaba casi todos sus diez departamentos de seis asientos cada uno totalmente ocupados, sólo en un departamento venían cuatro personas y allí me senté entre puros gringos que no sabían otra cosa que hablar de Bucholz. Allí me di cuenta que ellos habían contratado este coche del tren y que lo hacían muy a menudo acogiéndose a un descuento especial de los pasajes. Cuando pasó el conductor a revisarme mi pasaje dijo, todos son Bucholzer? Y yo, que no dominaba aún el idioma, medio sorprendido saqué mi pasaporte en vez del pasaje del tren y se lo mostré abierto y sin titubeos. El conductor miró el pasaporte y dijo, por fin tengo el honor de conocer a un auténtico Buholzer, se despidió y siguió su camino y yo quedé con mi pasaje sin marcar. Los cuatro Bucholzer que venían conmigo, o sea, en el mismo departamento, me miraban asombrados, uno de ellos se atrevió a pedirme mi pasaporte y enseguida se lo ha mostrado fascinado a sus amigos diciéndoles que yo era un Buholzer de verdad. Entonces, por lo que me dijo el conductor, yo les hice un par de preguntas a ellos: ¿Ustedes no son Buholzer? Y me explicaron que si, porque eran habitantes de Bucholz, pero que sus apellidos reales no eran Bucholzer (este es el gentilicio). Llevaban muchos comestibles y las infaltables docenas de cervezas. Luego brindaron conmigo, me convidaron un sándwich y me contaron la historia de que ellos llevaban en este viaje palomas mensajeras entrenadas, que eran capaces de volver inmediatamente a su palomar aún desde puntos muy distantes. Me contaron que en su actual competencia ellos con sus palomas se estaban alejando del lugar donde las iban a lanzar, que se encuentra a cerca de cuatrocientos kilómetros de Bucholz y yo asombrado les pregunté, si desde tanta distancia pueden llegar a su lugar de origen? Ustedes deben tener el récord mundial y me contestaron que su competencia es solamente entre ciudades. Las grandes competencias entre palomas mensajeras son las internacionales, la más famosa es la que se hace entre Barcelona y el norte de Holanda, o sea, este si que es una especie de récord con un recorrido de 1100 kilómetros”.
“Fue un simpático viaje con este grupo, el que yo creí en primera instancia que tenían el apellido Buholzer. Me invitaron a seguir viaje con ellos y agregaron que iban a estar muy orgullosos los otros cuarenta del equipo de Bucholz que copaban casi totalmente el coche del tren. Sus palomas las llevaban en el vagón del equipaje. Ellos competían con otra ciudad que anteriormente les había ganado y que ahora en la revancha, tomarían venganza y estaban muy seguros que les iban a ganar. Llevaban en el mismo vagón a un par de jueces imparciales que debían controlar la salida a la hora exacta de las cuatrocientas palomas de los Bucholzer, cuya pasión deportiva era la colombofilia. En el lugar de destino otro par de jueces controlaría la hora de llegada de las cuatrocientas palomas. Esta era una competencia muy seria y se tomaba el promedio exacto de la llegada de las palomas. Uno de ellos fue rápidamente a los departamentos del lado y les contó la anécdota de llevar a un auténtico Buholzer en su departamento. Me pasaron
saludando y yo les deseé mucho éxito. Me bajé en la estación de Essen y lamenté enormemente no haber podido seguir con ellos, ya que mis alumnos me estaban esperando en el colegio de la Misión Católica de esta ciudad”.
“Después de esto me sentí como obligado con la idea de encontrar parentela real en Alemania y me di el trabajo de revisar las guías telefónicas de todas las ciudades alemanas y en ninguna guía encontré a otros Buholzer, pero no me di por vencido, hice averiguaciones y descubrí que vendían un libro de las familias que llevan el apellido Buholzer. Lo compré y entonces supe que realmente los Buholzer vivían solamente en Suiza, un par de ellos en Francia y otro par de familias en Estados Unidos de Norteamérica. Aún no salía la dirección de ningún Buholzer de Chile, nos nombraban solamente a los recién llegados de Chile, o sea, a mí y a mis hijos. Saqué de este libro la dirección y les escribí una carta tipo circular a diez familias Buholzer que viven en Suiza, recibí treinta respuestas amables de las familias suizas de apellido Buholzer. Una familia le contaba a otra sobre nuestro deseo de saber de nuestros orígenes y llegaban cartas a mi dirección, incluso de Buholzer que no aparecían en el libro de las familias, como uno llamado Peter Ferrari Buholzer. Supe que se reunían todos los años, como lo hacen muchas familias en Europa, en una enorme carpa en una calle de Zurich. Fui invitado agregándome que sería muy bien venido si asistía, que recibiría una especie de nuevo bautizo e integraría oficialmente la reducida cantidad de familias Buholzer que hay en el mundo”.
Hasta aquí lo que me contó Raulito.
BUCH – HOLZ = libro de madera
Comentario de Cecilia.
La búsqueda de familias tiene tres objetivos: uno sentimental; otro que cada día es más importante, es el conocer el historial genético de las enfermedades de los integrantes de las familias. Los médicos, con mucha razón, hoy te preguntan un montón de cosas relacionadas con tus antepasados, hasta tu bisabuelo sale a la palestra. Y un tercero muy apreciado ..., porque es muy dorado ...
Raulito Buholzer tiene muchas historias, como ustedes saben yo me he entretenido escribiéndolas y enviándole copias a nuestros familiares y amigos. Hemos tenido unas agradables respuestas cuando esto les ha servido para tener un poco más de entretención. Todos nosotros tenemos cantidad de historias inéditas. En estos últimos tres meses yo he escrito una por semana, con ésta ya llevo doce y he terminado con lo proyectado, pero si apareciera algo interesante volveré a escribir y lo esparciré por internet.
Raúl me contó otra de sus interesantes vivencias.
“Mi abuela me había contado que mi abuelo Albert Buholzer siendo suizo tenía algo de ascendencia alemana. En Alemania escribían su apellido con ch. En Alemania existía el castillo y el Condado de Bucholz desde épocas muy remotas, desde la Edad Media y las familias que vivían en ese lugar se conocían como Bucholzer. Cuando los Bucholzer llegaron de Alemania, en Suiza sucedió lo mismo, trajeron capitales alemanes, abrieron fábricas y crearon con las nuevas generaciones una gran familia. Ellos fueron inscritos oficialmente en Suiza como Buholzer sin la letra ch, que en el acento suizo-alemán se pronuncia igual que en alemán como si tuviera la ch”.
“Para asistir a mi trabajo yo viajaba todos los días en tren desde Dortmund a Essen, en uno de esos viajes me encontré con la sorpresa de que el coche, al que acababa de subir, llevaba casi todos sus diez departamentos de seis asientos cada uno totalmente ocupados, sólo en un departamento venían cuatro personas y allí me senté entre puros gringos que no sabían otra cosa que hablar de Bucholz. Allí me di cuenta que ellos habían contratado este coche del tren y que lo hacían muy a menudo acogiéndose a un descuento especial de los pasajes. Cuando pasó el conductor a revisarme mi pasaje dijo, todos son Bucholzer? Y yo, que no dominaba aún el idioma, medio sorprendido saqué mi pasaporte en vez del pasaje del tren y se lo mostré abierto y sin titubeos. El conductor miró el pasaporte y dijo, por fin tengo el honor de conocer a un auténtico Buholzer, se despidió y siguió su camino y yo quedé con mi pasaje sin marcar. Los cuatro Bucholzer que venían conmigo, o sea, en el mismo departamento, me miraban asombrados, uno de ellos se atrevió a pedirme mi pasaporte y enseguida se lo ha mostrado fascinado a sus amigos diciéndoles que yo era un Buholzer de verdad. Entonces, por lo que me dijo el conductor, yo les hice un par de preguntas a ellos: ¿Ustedes no son Buholzer? Y me explicaron que si, porque eran habitantes de Bucholz, pero que sus apellidos reales no eran Bucholzer (este es el gentilicio). Llevaban muchos comestibles y las infaltables docenas de cervezas. Luego brindaron conmigo, me convidaron un sándwich y me contaron la historia de que ellos llevaban en este viaje palomas mensajeras entrenadas, que eran capaces de volver inmediatamente a su palomar aún desde puntos muy distantes. Me contaron que en su actual competencia ellos con sus palomas se estaban alejando del lugar donde las iban a lanzar, que se encuentra a cerca de cuatrocientos kilómetros de Bucholz y yo asombrado les pregunté, si desde tanta distancia pueden llegar a su lugar de origen? Ustedes deben tener el récord mundial y me contestaron que su competencia es solamente entre ciudades. Las grandes competencias entre palomas mensajeras son las internacionales, la más famosa es la que se hace entre Barcelona y el norte de Holanda, o sea, este si que es una especie de récord con un recorrido de 1100 kilómetros”.
“Fue un simpático viaje con este grupo, el que yo creí en primera instancia que tenían el apellido Buholzer. Me invitaron a seguir viaje con ellos y agregaron que iban a estar muy orgullosos los otros cuarenta del equipo de Bucholz que copaban casi totalmente el coche del tren. Sus palomas las llevaban en el vagón del equipaje. Ellos competían con otra ciudad que anteriormente les había ganado y que ahora en la revancha, tomarían venganza y estaban muy seguros que les iban a ganar. Llevaban en el mismo vagón a un par de jueces imparciales que debían controlar la salida a la hora exacta de las cuatrocientas palomas de los Bucholzer, cuya pasión deportiva era la colombofilia. En el lugar de destino otro par de jueces controlaría la hora de llegada de las cuatrocientas palomas. Esta era una competencia muy seria y se tomaba el promedio exacto de la llegada de las palomas. Uno de ellos fue rápidamente a los departamentos del lado y les contó la anécdota de llevar a un auténtico Buholzer en su departamento. Me pasaron
saludando y yo les deseé mucho éxito. Me bajé en la estación de Essen y lamenté enormemente no haber podido seguir con ellos, ya que mis alumnos me estaban esperando en el colegio de la Misión Católica de esta ciudad”.
“Después de esto me sentí como obligado con la idea de encontrar parentela real en Alemania y me di el trabajo de revisar las guías telefónicas de todas las ciudades alemanas y en ninguna guía encontré a otros Buholzer, pero no me di por vencido, hice averiguaciones y descubrí que vendían un libro de las familias que llevan el apellido Buholzer. Lo compré y entonces supe que realmente los Buholzer vivían solamente en Suiza, un par de ellos en Francia y otro par de familias en Estados Unidos de Norteamérica. Aún no salía la dirección de ningún Buholzer de Chile, nos nombraban solamente a los recién llegados de Chile, o sea, a mí y a mis hijos. Saqué de este libro la dirección y les escribí una carta tipo circular a diez familias Buholzer que viven en Suiza, recibí treinta respuestas amables de las familias suizas de apellido Buholzer. Una familia le contaba a otra sobre nuestro deseo de saber de nuestros orígenes y llegaban cartas a mi dirección, incluso de Buholzer que no aparecían en el libro de las familias, como uno llamado Peter Ferrari Buholzer. Supe que se reunían todos los años, como lo hacen muchas familias en Europa, en una enorme carpa en una calle de Zurich. Fui invitado agregándome que sería muy bien venido si asistía, que recibiría una especie de nuevo bautizo e integraría oficialmente la reducida cantidad de familias Buholzer que hay en el mundo”.
Hasta aquí lo que me contó Raulito.
BUCH – HOLZ = libro de madera
Comentario de Cecilia.
La búsqueda de familias tiene tres objetivos: uno sentimental; otro que cada día es más importante, es el conocer el historial genético de las enfermedades de los integrantes de las familias. Los médicos, con mucha razón, hoy te preguntan un montón de cosas relacionadas con tus antepasados, hasta tu bisabuelo sale a la palestra. Y un tercero muy apreciado ..., porque es muy dorado ...
Nota:
foto 1: Raúl Buholzer, en el Hotel Buchholz de Colonia.